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jueves, 4 de agosto de 2022

Prueba: Citroën 2CV6 de 1977

 

 Prueba realizada en 2012

Ponerse al volante de un Citroën 2CV es una experiencia, pero hacerlo en pleno año 2012 es todavía más intenso. Si conducir un clásico poco tiene que ver con circular con un coche actual, hacerlo con un ‘dos caballos’ es algo completamente diferente.

Este peculiar modelo nació en 1948 y su nombre, 2CV, se debe a la potencia fiscal de la primera versión, dos caballos de vapor, que tenía una cilindrada de 375 cc y una potencia de 9 CV. El 2CV se comercializó hasta 1990 y se fabricaron casi cuatro millones de unidades de sus diferentes versiones berlina.

El 2CV es un coche diferente. Para empezar la carrocería no es autoportante y podemos desmontarla por completo dejando el chasis ‘pelado’, lo que favorece su reparación. Su motor bóxer bicilíndrico refrigerado por aire unido al chasis separado de la carrocería, hicieron que fuese una base ideal para crear diferentes engendros mecánicos. Seguimos con sus ‘rarezas’., Las llantas son de 15 pulgadas (enormes para la época) y sin agujeros de ventilación porque dentro no hay nada que ventilar, ya que los tambores de freno no están en las ruedas, sino en una posición más centrada . El techo es de lona, así que el 2CV era un descapotable ‘para todos’. Las ventanillas delanteras son de bisagra y las de las puertas traseras no se abren. La primera velocidad va hacia abajo (como en los súperdeportivos), tiene una suspensión muy peculiar y el motor puede arrancarse a manivela.

La unidad que hemos probado es del año 1977 y se encuentra en un buen estado de conservación. Destaca su aspecto exterior y la mecánica, mientras que al interior sólo le falta una reparación de la tapicería, que solía romperse con mucha facilidad.

Interior y equipamiento del Citroën 2CV6

La palabra espartano intensifica su significado cuando hablamos de coches antiguos, pero en el caso del 2CV todavía más. El equipamiento es sencillo al máximo, aunque sorprende con un nada común sistema de regulación de altura de faros desde el interior. Como ya hemos comentado, las puertas traseras no tienen ventanillas practicables, las delanteras son de bisagra. Además el sistema de apertura de las puertas es un rudo tirador metálico y carece de asideros para tirar de la puerta y cerrarla. Por supuesto hay que olvidarse de apoyabrazos y elementos superfluos, pero es que la estrechez del habitáculo del 2CV tampoco da para más. El asiento delantero es corrido y la palanca del cambio gana espacio situándose en el salpicadero, como hicieron también en los Renault 4 y 6.

 


Las plazas traseras no tienen cinturones de seguridad y pueden alojar a tres adultos un tanto apretados, aunque la plaza central es muy incómoda por un anclaje metálico que tiene la banqueta justo en el medio (puedes verlo en las fotos).

Hablar de ergonomía en el Citroën 2CV es absurdo. El volante es grande y en una posición muy horizontal, los asientos son planos y no recogen nada el cuerpo, los pedales están desplazados hacia la derecha y para accionar alguno de los poquísimos mandos del salpicadero hay que rodear en enorme volante.

El aprovechamiento del espacio en la época de este coche no era tan bueno como ahora y las formas de la carrocería del 2CV pierden centímetros útiles por todos lados. Así encontramos un maletero bastante justo que además ve como se reduce su capacidad al alojar la rueda de repuesto.

Motor, cambio y prestaciones del Citroën 2CV6

El 2CV6 tiene un peso en vacío de 590 kilos, así que no es de extrañar que el pequeño bicilíndrico de 602 cc y 28 CV sea capaz de moverlo. Nunca ha sido un modelo prestacional, se trataba de un coche económico y con unas prestaciones discretas, pero bien es cierto que hoy en día con apenas 28 CV no seríamos capaces de mover ni el coche más pequeño del mercado.

La caja de cambios es de cuatro velocidades, con la palanca situada en el salpicadero y la primera hacia abajo. El tacto del cambio es poco preciso y además es bastante lento. A esto hay que sumarle que la primera es cortísima y encontramos un gran salto a segunda. El embrague tiene mucho recorrido pero que sea útil muy poco, lo que unido a las inercias del enorme volante motor dificulta la tarea de conseguir cambios de marcha suaves.

Es su época se hablaba de prestaciones dignas y la verdad es que comparado con un Seat 600 no desmerecía. El problema es que se comercializó hasta 1990 y encontrarse en carretera a los mandos de un 2CV en la segunda mitad de los años 80 era algo ‘cabreante’. La aerodinámica es terrible y le afecta mucho el viento. Si la cosa va bien supera los 100 Km/h de velocidad máxima, pero si encontramos viento de cara se hace tarea imposible. Y por supuesto en los repechos hay que tomarse las cosas con calma. Las aceleraciones tampoco eran lo suyo, el 2CV era un coche tranquilo, barato y que gastaba poco.

Prueba dinámica del Citroën 2CV6

Si nunca has tenido ocasión de conducir un Citroën 2CV difícilmente podrás valorar dos cosas: Cómo un bajo peso es vital para la dinámica de cualquier coche y que no son necesarias unas suspensiones ‘racing’ para ser efectivo en curvas.

Las suspensiones del 2CV son blandas, muy blandas. Se dice que con un 2CV puedes atravesar un sembrado con una cesta de huevos en el asiento trasero sin que se rompa ninguno… El coche balancea más de lo que puedas imaginar, es como una atracción de feria, pero las ruedas van por el sitio. Cuando cualquier coche ya tendría una o dos ruedas en el aire, el 2CV sigue dibujando las irregularidades del asfalto con sus ruedas interiores, alucinante. Como además pesa muy poco consigue un paso por curva inexplicablemente rápido. Además es un coche ideal para zonas rurales: pesa poco, tiene gran altura libre, una primera muy corta y neumáticos estrechos de gran diámetro. Es ‘una cabra’ en caminos.

En carretera se acusa una notable falta de potencia y exige aprovechar al máximo las inercias, las cuestas abajo y jugar con el cambio apurando el régimen máximo del motor en algunas circunstancias.

Y en ciudad como coche de uso diario es incómodo. El salto en el desarrollo de la primera y segunda velocidad, la dirección dura, las inercias del bicilíndrico y su escasa aceleración no lo hace el compañero ideal para el día a día.

Opinión del probador

El Citroën 2CV es un coche diferente, un coche que no vale con que te guste estéticamente, tienes que conducirlo para ver si de verdad te llena. Con los clásicos asumimos incomodidades propias de la época por la pasión que sentimos por estos coches, pero el 2CV es tan peculiar que pueden pasar dos cosas cuando lo conduzcas por primera vez: que tu pasión se vea notablemente mermada o se acentúe al máximo, no hay medias tintas con este modelo.

Personalmente ‘no es mi tipo’, me parece un coche muy simpático y me gusta conducirlo pero no para tenerlo, me gustan con un carácter más deportivo. Eso sí, conducir un Citroën 2CV es toda una experiencia. Y permitirte el lujo de adelantar a un Opel Corsa de finales de los noventa en una cuesta arriba de una carretera de montaña, con el motor del 2CV girando casi a tope en segunda para luego clavar la tercera justo cuando rebasas a ‘tu oponente’, es una sensación que no se puede explicar con palabras.

 

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