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martes, 11 de septiembre de 2018

Prueba: Renault 4 TL de 1987


Probamos otro coche importante para la automoción española desde la década de los sesenta, el Renault 4. En este caso se trata de una versión TL de 1987 fabricado en Valladolid.
Conocido en España como ‘4 latas’, el Renault 4 empezó su andadura en Francia en 1961 y a partir de 1964 pasó a ser fabricado también en Valladolid por FASA hasta 1989. Su producción continuó hasta diciembre de 1992 en la fábrica que Renault tiene en Eslovenia.


La unidad objeto de esta prueba no está restaurada pero se encuentra en buen estado de uso y suele hacer el recorrido Madrid-Valladolid un par de veces al año.

Interior y equipamiento

El interior del 4L es espartano a más no poder, sólo es superado por el Citroën 2CV y el Seat 600 pero por poco margen. En esta unidad de 1987 los asientos (tomados del Renault 5) están dotados de reposacabezas. Resultan cómodos a corto plazo pero son muy blandos y cansan el cuerpo en largos recorridos. Los traseros tienen unas características muy parecidas con el agravante de que el respaldo está situado más vertical. El espacio habitable es correcto en las plazas delanteras con buenas cotas de altura y espacio longitudinal pero la anchura es escasa, de hecho los dos asientos van prácticamente pegados y eso que en los últimos R4 la palanca del freno de mano estaba en el suelo y no en el salpicadero. En la zona trasera la anchura es suficiente para dos ocupantes adultos pero muy escasa para tres aunque fuesen niños. Tampoco el espacio para las piernas es para tirar cohetes, aunque la altura al techo es muy buena.

El salpicadero consta de una bandeja corrida a la derecha del conductor, que tiene delante de él la instrumentación. Los mandos de aireación y calefacción están centrados bajo la bandeja antes referida. No hay más, para quien quiera lujo ahí tiene el Renault 6. La instrumentación está formada por un cuentakilómetros total, velocímetro y un indicador del nivel de combustible, todo esto acompañado de un buen número de coloridos testigos luminosos. La palanca de cambios esta situada en el salpicadero y resulta cómoda de manejar pero las inserciones de las marchas son algo duras.


El equipamiento es sucinto pero más numeroso que en los primeros Renault 4  de los sesenta y setenta. A los antes mencionados reposacabezas se le unen la regulación milimétrica del respaldo en los asientos delanteros, cinturones de seguridad delanteros autoenrollables, luneta térmica, ventilador de dos velocidades para la climatización y limpiaparabrisas también de dos velocidades.
El maletero de 340 litros tiene unas formas muy regulares a pesar de los pasos de rueda y caben más cosas de las que parecería en un primer momento. Un detalle que no ayuda a la hora de hablar de confort, pero que le da un toque auténtico al 4 latas, son sus ventanillas correderas en la cuatro puertas, que no resultan demasiado incómodas de manejar. La apertura interior de las puertas se realiza metiendo la mano en un hueco dentro de la misma y pulsando hacia abajo una palanca de metal, un método curioso pero bastante eficaz e incluso práctico.

Motor, consumo y prestaciones

En 1981 Renault cambió el motor sierra de 850 cc por el de 1.108 cc, la potencia apenas subió de 34 a 38 CV a las 4.500 rpm pero el par máximo aumentó de 55,9 Nm a 74,5 Nm a 2000 rpm. Tiene un funcionamiento casi de motor diésel, lo que le autoriza a tirar de unos desarrollos del cambio larguísimos en su caja de cambios de 4 velocidades.

 El desarrollo en cuarta es de 31.2 km/h a las 1.000 rpm, más largo que el de un Renault 12 TS que casi le doblaba en potencia. El peso colabora en todo esto ya que se queda en los 720 kg, muy lejos de los 1.000-1.100 kilos que pesa la versión básica de cualquier utilitario hoy en día. Es raro que el consumo de este coche se dispare por encima de los 9 litros si tenemos el mantenimiento correctamente realizado.

Prueba dinámica del Renault 4 TL

El Renault 4 forma parte de esos vehículos de los que se decía que inclinaban mucho pero eran muy difíciles de volcar. Y realmente es así, resulta muy blando de suspensión y amortiguación pero va siempre por su sitio y, si la velocidad de entrada a la curva es excesiva, se produce un subviraje sin sorpresas. En parte esto es debido a sus estrechas ruedas de medidas 135/80-13.

 El coche absorbe baches y malos firmes sin problemas, aunque si nos pilla un bache en pleno apoyo en las ruedas delanteras, la dirección nos lo transmitirá fielmente al volante. Este elemento es poco satisfactorio en general, ya que no transmite una sensación uniforme en su recorrido. En la zona central pierde algo de tacto y, sin embargo, en curvas algo cerradas se endurece más de lo deseable. Es un defecto más propio de mecanismos de tornillo sin fin.

El motor con sus 38 CV cunde más de lo que cabe esperar, parece increíble cómo llanea teniendo un desarrollo en cuarta tan largo. En autovía mantiene los 120 km/h de marcador de forma solvente, pero cuando la orografía se complica o aumenta la carga el pequeño 1.100 muestra sus limitaciones. Aún en estas circunstancias, la tercera velocidad nos permite mantener un crucero razonable gracias a que el motor puede bien con su desarrollo de 22 km/h a las 1.000 rpm. Sin ir más lejos, se permite el lujo de subir el puerto de Navacerrada en dicha velocidad sin tener que cambiar a segunda nada más que al afrontar curvas cerradas.

El consumo también sorprende, juntar el motor alimentado por carburador con una baja compresión y una mala aerodinámica no es el entorno ideal para conseguir un bajo consumo. Los frenos cumplen sobradamente, está equipado con discos en las ruedas delanteras y tambores en las traseras. Una configuración clásica en los setenta y en los ochenta pero que el Renault 4 no disfrutó hasta bien pasados 15 años desde que fue presentado. La iluminación sí que resulta muy mejorable, las luces de cruce son insuficientes y las largas tampoco son la panacea. Los pilotos traseros son unas de las señas de identidad del coche ya que apenas cambiaron a lo largo de su historia.

Otro de los apartados donde más se notan los años pasados es el de la visibilidad. Por el lado positivo la visibilidad general directa es mucho mejor que en la mayoría de los coches actuales. La referente al retrovisor interior también es muy buena, no así la del exterior (uno en este caso) que deja bastante que desear. Pero donde peor sale parada es en la zona barrida por los limpiaparabrisas, que dejan un espacio sin limpiar a la izquierda del conductor muy extenso y que en días de lluvia puede resultar peligroso. Es una circunstancia que Renault podría haber paliado en 30 años de comercialización del modelo.

Opinión del probador

Conducir clásicos es una experiencia bastante intensa para un conductor habituado a coches modernos (casi todos). Lo mejor es que, aunque estés acostumbrado a ellos, esa intensidad no decrece y además aumenta bastante la satisfacción al perder el miedo a la posible avería o pérdida de control.

Hoy en día no es frecuente ver coches con relaciones peso/potencia cercanas a los 20 kg/CV. Circular con un vehículo como éste te hace darle muchas vueltas a afirmaciones tales como que un coche con 100 CV y 150 Nm de par máximo se queda corto para un viaje en carretera. Estos coches de baja potencia y cilindrada te enseñan a manejar la caja de cambios en función de la potencia disponible y no de la presión de soplado del turbo.


Desde el punto de vista de la utilidad, es uno de los clásicos populares más adecuado para el uso diario, tanto por la agradable disposición del motor para el uso urbano como por su bajo consumo (en función de los estándares de hace 3 décadas por supuesto). Eso sí, como seas alérgico a los ruiditos en el coche no te recomendamos un viaje en nuestro R-4, no hay antihistamínico capaz de contrarrestar  la auténtica orquesta con la que te deleitará durante su uso y disfrute.

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