En 1978 Renault lanzó al mercado el Renault 18,
una berlina que tenía la difícil tarea de sustituir y hacer olvidar al
exitoso Renault 12, para ello contaba con un diseño exterior mucho más
moderno y sobre todo, daba un gran salto de calidad en los interiores.
Además en España contaba con un motor de inicio con más enjundia de la
que nunca tuvo ningún motor de los Renault 12 de FASA.
Los R-18 contaban con un equipamiento muy
extenso y lujoso para la época, la versión GTS (la más vendida) tenía
elevalunas eléctrico y cierre centralizado, algo que nunca montó su
antecesor. Incluso como opción podía tener unos aparatosos lavafaros que
una gran mayoría de usuarios optaban por desmontar. La versión GTL,
prescindía de elementos de confort para ofrecer un precio más asequible.
En principio sólo montaba el motor de 1.647 cc que ya se usaba en los Renault 20,
se combinaba con cajas de cambio de 4 o 5 velocidades. Este propulsor
desarrollaba 79 CV y era el mismo en las dos versiones disponibles (GTL y
GTS) que sólo se diferenciaban en su nivel de equipamiento (la GTL era
la más básica).
Con el paso del tiempo la gama de motores fue creciendo, en 1982 se incorporó un motor turbo
de 1.565 cc que desarrollaba 110 CV y también un diésel de 2.068 cc y
67 CV de potencia. Además se modificó el motor 1.6 atmosférico y subió
su potencia hasta los 83 CV. En 1983 el motor turbo incrementó el
rendimiento alcanzando los 125 CV y por fin, en 1984 se cubrió el vacío
existente entre los 83 CV y los 125 con la introducción de la versión GTX, que contaba con un motor de 1.995 cc atmosférico y 104 CV de potencia. Tuvo bastante éxito por su semejanza estética con el Turbo a cambio de un coste menor para el usuario y una mecánica más sencilla.
En 1982 recibió unos retoques estéticos que consistían en nuevos paragolpes de fibra
en lugar de los metálicos con goma, también se cambió el diseño de las
llantas (pasaron de 3 a 4 tornillos) y se rediseñaron el salpicadero y
el cuadro de mandos, aunque existen unidades con paragolpes y llantas
modernos pero con salpicadero antiguo.
Las suspensiones estaban derivadas directamente de las del Renault 12,
con dobles triángulos en las ruedas delanteras y un eje rígido de chapa
estampada en las traseras. El equipo de frenos estaba compuesto por
discos en el eje delantero y tambores en el trasero, aunque las
versiones Turbo llevaban discos en las 4 ruedas. Sin
embargo, respecto al modelo anterior crecían las vías y, salvo en los
primeras unidades, también crecían las medidas de los neumáticos.
El motor diésel del R-18 significó un gran salto adelante en este tipo de propulsores, “El diésel ligero”
rezaba el adhesivo que llevaban en la luneta trasera. Y es que fue el
primer diésel rápido, con pocas vibraciones y silencioso para lo que se
estilaba en la época. Sus prestaciones hacían frente a las del 1.6 de
gasolina con consumos mucho menores. Este motor le venía como anillo al
dedo al R-18, tenia un funcionamiento muy bueno desde
casi el ralentí y tiraba sin fisuras hasta las 4500 rpm (para su nivel
de potencia no nos confundamos) además consumía poco y era duro como una roca, sin ir más lejos era una versión muy demandada por los taxistas.
El 1.6 de gasolina tenía una suavidad de marcha mayor pero no
mejoraba claramente las prestaciones del diésel. Los gasolina de primera
generación tenían caja de cambios de cuatro velocidades,
pero con el lavado de cara llegó la esperada caja de cinco, que
consiguió reducir las revoluciones y el coste por kilómetro del 1.647 cc
de gasolina. El motor dos litros del GTX permitía
disfrutar más de la conducción, no llegaba a la altura del turbo pero
era claramente superior que el 1.6 y que el diésel. También los consumos
eran mayores, pero compensaba si buscabas sensaciones al volante.
Además, el tarado de las suspensiones era más firme y se comportaba mejor en curvas.
El comportamiento dinámico era bueno en autopistas y
carreteras REDIA pero debido a la blandura de las suspensiones se
volvía torpe en zonas de curvas y si se forzaba mucho la situación el
eje trasero rígido podía protestar de forma poco amable. El diésel
era más duro para soportar el peso extra del enorme motor alojado sobre
el eje delantero y, aunque el balanceo en conducción tranquila era
menor, si forzabas los apoyos inclinaba la carrocería como en el
gasolina, con la desventaja añadida de pesar bastantes más kilos. La visibilidad
general del coche era buena y el tacto de la dirección demasiado
asistido. En ciudad era todo un placer, pero en carretera la dirección
se volvía excesivamente blanda y perdía mucha precisión al apoyar en las
curvas.
Los frenos no transmitían confianza al conductor en
un primer momento, les faltaba mordiente, los tambores traseros (junto
con el eje rígido) podían provocar que el coche se cruzase de atrás en
determinadas situaciones y además los delanteros eran propensos a la
fatiga. No más que sus competidores, pero su resistencia no tenía nada
que ver con la de los frenos actuales.
La habitabilidad delantera era bastante buena, la trasera estaba
condicionada por la batalla algo corta (2,47 m) y no tenia un gran
espacio para las piernas, no obstante la anchura si era aceptable. El maletero
tampoco brillaba por su capacidad porque el depósito de combustible de
las berlinas estaba situado tras el respaldo del asiento trasero, además
las formas del maletero eran algo irregulares. Las dimensiones eran de
4,39 m de largo, por 1,69 m de ancho y 1,40 m de alto. El peso según versiones variaba entre los 940 y los 1.080 kg.
En España fue un coche de notable éxito de ventas, tuvo dos tipos de
carrocería, berlina y familiar, y estuvo a la venta entre 1978 y 1986,
año en el que fue sustituido por el Renault 21.
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